La cercanía
El tiempo de las charlas magistrales con ponentes distantes ha pasado ya, hoy en día esperamos de los ponentes que sean cercanos, que tengan un tono coloquial, que se muestren humanos. Incluso en los eventos más formales agradecemos un guiño que acerque el ponente a la audiencia.
En definitiva, queremos tener la sensación de conocer al ponente simplemente escuchando sus presentaciones.
Esta cercanía la puedes mostrar a través de:
- Un lenguaje sencillo, independientemente de la complejidad del tema del que hables. En contra de lo que piensan algunos ponentes, utilizar jerga específica (corporativa, médica, etc) no les hace parecer más sabios sino más distantes. La audiencia pierde identificación con el ponente y se siente mal al no conocer esos términos.
- A través de tu lenguaje corporal mostrando los gestos típicamente tuyos, los que tienes cuando estás entre amigos, por supuesto, respetando el contexto (guiños, sonrisas, gestos faciales acompañados de silencios…) También puedes acercarte físicamente a la audiencia o a la cámara como un símbolo de tu cercanía emocional.
- Haciendo explícitas tus emociones: si hablas de algo que te enfada: ¡muestra tu enfado! si algo te hace mucha ilusión: ¡muestra tu ilusión! de esta forma, te percibirán humano y honesto, una persona que no esconde quién es ni lo que siente.
- Podemos, también, reconocer nuestros límites con humildad, eso genera cercanía porque nos hace semejantes (anulando, de nuevo esa distancia entre el ponente sabio y la audiencia que aprende)
Si bien son tiempos de un tono coloquial y cercano, eso no es excusa para descuidar el resto de los elementos. Así, sigue siendo de vital importancia el trabajo previo en la preparación del mensaje y en su ejecución, de forma que podamos entregar:
- Un mensaje limpio de muletillas del tipo ah, um, que rellenan los espacios vacíos mientras ganamos tiempo para pensar en lo que vamos a decir o palabras repetitivas que no añaden significado como ¿vale? ¿ok?
- Una postura erguida y abierta, un aspecto apropiado para el contexto.
- Un mensaje bien estructurado, de forma que sea fácil de seguir, de comprender y de recordar.
- Un esfuerzo previo de adaptar el mensaje a la audiencia con ejemplos propios y acorde a sus intereses.
- Un ensayo previo exhaustivo que te permita encontrarte relajado y confiando durante tu exposición
En definitiva, hoy en día queremos escuchar a personas cercanas, humanas y accesibles pero nos gustan mucho más si ha habido un trabajo previo de planificación, preparación y ensayo. Este trabajo previo es indispensable si queremos optimizar nuestro mensaje.
No confundamos cercanía con descuido 😉